martes, 2 de agosto de 2011

Apuntes sobre la familia (I)

La familia es eso que en España evita que nos estemos comiendo los unos a los otros en plena crisis económica. Se da por hecho que siempre está ahí y que cumple unas funciones que muchos juzgan insustituibles.

Pero la familia también tiene sus cosas. A cambio de los beneficios que obtenemos de ella, tenemos que pasar por situaciones en las que nos gustaría ser bastante menos civilizados de lo que somos en realidad. Los ejemplos los experimentamos en distintas fases de nuestra vida.

No sé si os ha sucedido alguna vez, hace muchos años, que repetíais rutinariamente con vuestros padres la misma conversación sin que nada se resolviera. Por ejemplo, la referente a lo que suele hacer un joven o un adolescente cuando "sale" por la noche.

En estos casos, sobre todo cuando la escena se ha repetido más de una vez y de dos, muchos tendíamos a pensar que lo que buscaba nuestro querido interlocutor era, sencilla y llanamente, hacerse con su dosis cotidiana de autoridad moral. Pero en muchas ocasiones entrábamos al trapo y jugábamos en su terreno dialéctico.

"Y, bueno, tú, cuando sales al centro, ¿qué estás haciendo hasta tan tarde? ¿Qué hace la gente hasta tan tarde?

No era raro que nuestro progenitor repitiera burlonamente esta frase, preferiblemente con matices y modificaciones que nos evitaran pensar que había comenzado a padecer un mal del Trópico. Pero a continuación quedaba lo más difícil de superar: un silencio inquisidor que teníamos que llenar con una respuesta supuestamente asertiva y sincera.

"Primero bebemos y fumamos hasta los que no fumamos. A continuación se empiezan a romper cascos de botellas en el suelo y juramos en la lengua obscura. Cuando nos hemos levantado un par de veces vamos en manada a un bar en el que haya la mayor cantidad de mujeres (hombres) posible. Lo suyo es pillar algo y pillar algo como sea: aunque cojas un sarampión, siempre será mejor que volverte a casa igual de frío que saliste".

Evidentemente, nada de esto pasa nuestro filtro mental y respondemos con un no sé o un estar con los amigos, mintiendo como Judas lo haría si le hubieran hecho alcalde después de su traición. Satisfechos, nuestros padres -normalmente el hombre ocupa un lugar protagonista a la hora de desempeñar esta función- podían insistir una vez más en lo insólito de nuestro pasatiempo nocturno, pero a estas alturas ya estaban lo suficientemente satisfechos de lo conseguido.

En el fondo, de lo que se trataba era de mantener de algún modo el statu quo: tú llegarás a las seis de la mañana, pero yo puedo chulearte de esta forma y además conseguir que te creas que puedo tener razón. Todo esto siempre desde nuestro punto de vista.

Como podemos comprobar, el conflicto que surge ofrece alternativas mejores, siempre que el enfrentamiento no constituya un fin en sí mismo. El progenitor podría expresar a las claras la inseguridad que le produce sentirse tan desfasado culturalmente con respecto a las nuevas generaciones, la preocupación que le genera desconocer y no comprender determinados modos de comportarse de sus descendientes, etc.; por su parte, el hijo o la hija realizarían una buena función consolándole, reconociendo que lo que se suele hacer por la noche no es precisamente nada del otro mundo: una actualización de las mismas juergas, quizá con más facilidades o poder adquisitivo.

De esta manera, con un acuerdo de partida -unos somos unos carcas incapaces de empatizar, los otros poco podemos presumir de nuestro método de entretenimiento- la empresa puede llegar mucho más lejos. Continuaremos con nuestras tensiones familiares en una próxima entrada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por supuesto, que los padres saben lo que haces cuando sales. No importa si la situación se daba hace 20, 20, o inclusive actualmente, saben perfectamente lo que hay y que seguramente la mayor parte del tiempo la mayoría les cuenta mentiras piadoras. Vamos a contar mentiras tralará.

alikia dijo...

Por favor, una de tensiones familiares en la treintena: de esas de "si vas poco por casa de tus padres, eres un descastao y si vas a menudo (por no escucharlos) es que no te quieres desprender de sus faldas..."

O es que sólo me pasa a mí? ;-)