lunes, 8 de septiembre de 2014

Sobre mis cariñosos vecinos

Deben de llevar ya más de un año juntos y, aunque han disminuido la frecuencia de sus shows, todavía me despiertan, en medio de la noche, con esos gritos de satisfacción. Con el calor veraniego, al abrir las ventanas por la noche, nos convertimos en casi compañeros de piso. Por esta razón me he despertado, más de una vez, en medio de los dos, como una especie de observador internacional. Ellos siguen, a pesar de mi presencia; yo desdoblo EL PAÍS y me pongo a leer la sección de Bolsa, a ver si esta me ayuda a coger algo más de sueño. Es una de las relaciones más duraderas que he tenido en los últimos años...

Lo más curioso es que después, por la calle, no me dicen nada. Y, realmente, podrían confiar en mí, porque los conozco mucho mejor que muchos de sus amigos.

A veces, sobre todo cuando no tienes otra alternativa, está bien querer a tus vecinos. Sean como sean. Aunque hagan esos ruidos. Aunque después de dormir juntos no nos saludemos. Quizá, en unas ciudades cada vez más impersonales, ocupamos una isla de urbanidad y cariñoso civismo. Eso sí, a mí que no me toquen.

La próxima vez que me despierte entre ellos, espero que me hayan comprado, al menos, el Foreign Policy. Así aprenderé cosas nuevas.

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