Cuba es desde hace mucho el escenario de una permanente guerra de propaganda. Una especie de lugar en el que se detiene el tiempo y toma parte una batalla ideológica: ¿es posible resistir a la economía de consumo? Ni el régimen de los Castro -ahora hablamos de dos de ellos cuando antes solo existía uno- ha conseguido aislar su país de las bases del capitalismo actual: comercio, intercambio, consumo...
Todos parecemos jugarnos mucho al hablar de Cuba. ¿Sirve la libertad de algo si se tiene el estómago vacío, se pasa frío o se está enfermo? ¿Merece la pena vivir con las vacaciones aseguradas si no te dejan decir lo que piensas? Cuba, una dictadura según la tipología de los vencedores de la Guerra Fría, es, la mayoría de las veces, un rehén del eterno debate socialdemocracia vs. liberalismo a la europea que, a pesar de la actual crisis y el derrumbamiento del sistema financiero internacional, sigue dando como vencedores a los conservadores.
Este fin de semana están teniendo lugar dos manifestaciones relacionadas con la isla. Una pide la retirada del embargo y las "manos fuera" de un país que aún aspira a ser soberano. La otra, una rápida transición a un sistema pluripartidista y oficialmente democrático, en sintonía, además, con los principios más liberales. Las dos reivindican prácticamente los mismos principios -autonomía, independencia, libertad de elección, democracia- pero están, en realidad, radicalmente opuestas. Esto debería decirnos algo sobre cómo se desgastan las palabras y lo poco que llegan a valer al cabo de un tiempo.
No me identifico con ninguna de las dos marchas. Llevo un tiempo pensando que los que no nos hemos ido a Cuba a construir el socialismo y extenderlo por la región no lo hemos hecho por algo: nuestros privilegios. Cosas que tenemos y no queremos perder o compartir. Egoísmo, más aprendido que natural. Por eso me parece hipócrita desear para los demás lo que no quiero para mí. Y tampoco pretendo que me vean con los supuestos adalides de un liberalismo que practica lo contrario de lo que imparte públicamente: hoy por hoy, la lideresa Esperanza Aguirre está más cerca del intervencionismo y el KGB soviético que de una conducta mínimamente presentable y acorde con los principios constitucionales españoles y europeos.
Cuba debe ser libre y eso ha de decidirse democráticamente -que cada uno entienda lo que quiera con esto-. Y nosotros, honrados y consecuentes con lo que pensamos.
1 comentario:
Los logros de la revolución son innegables. Desgraciadamente hace muchos años que esos logros se ven malogrados por la imposición de la tutela castrista. El tiempo de Fidel hace mucho que pasó, convirtiendo una buena posición de partida en una burda caricatura.
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