miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Quién no cava agujeros para luego taparlos?

En 1930, día arriba, día abajo, John Maynard Keynes, un economista británico de extracción conservadora, aconsejó al gobierno norteamericano algo parecido a lo que sigue: "Si es necesario, tendrán que poner a los obreros a hacer agujeros en la carretera y luego a otro grupo de ellos para taparlos".

Cuando estudié por primera vez a Keynes, esta afirmación me pareció una tontería, una simple exageración de un iluminado de las ecuaciones y las estadísticas. Pero el significado que le encontré después -y el trasfondo humano que entraña esta y otras muchas de las ideas que componen su gran teoría- borrarían aquella primera e ignorante impresión, probablemente para siempre.

Lo que Keynes pretendía decir era que, para sacar a un país de una depresión económica lo primero que había que hacer es estimularlo: el destino de fondos públicos para operaciones en las calzadas haría regresar al empleo a muchos trabajadores, que volverían cada día a su casa con el jornal y las comidas del día aseguradas para su familia. A su vez, esto impulsaría la producción de alimentos para abastecer a los nuevos trabajadores-consumidores. La idea consistía en que el gasto público -la inversión en agujeros, por llamarla de algún modo- acabara multiplicando una serie de gastos privados que terminarían por reactivar la economía y, a ser posible, el empleo en una cuantía más que considerable. Al final, y siempre que se contara con los recursos financieros suficientes, trabajar sobre el propio desempleo se convertía en el pilar para salir de la crisis.

Keynes lo consiguió, aunque quizá no del modo que esperaba. Pero sentó un precedente económico que todavía se enseña en las facultades. No obstante, si lo pensamos, su idea tampoco era tan original. Comparando una nación con el cuerpo y la mente de un paciente deprimido, podemos encontrar muchas similitudes. No es casualidad que, en el Siglo XVIII, François Quesnay, economista y cirujano, comparase los flujos económicos en una sociedad con los de la sangre en el organismo humano. Y es que no dejamos de hablar de ciencias que cuentan con nosotros como su centro fundamental e imprescindible. Pero vayamos a ver de cerca a nuestro paciente para encontrar más parecidos.

Cuando corremos el riesgo de deprimirnos -porque nos haya pasado algo-, recurrimos a una serie de artilugios, sustancias o actividades que intervienen de alguna forma en nuestra vida, inyectándonos un flujo de ideas, sensaciones o vivencias que nos alejan de la zona de peligro.

De esta forma se explica que, cuando, por ejemplo, una persona sufre un desengaño amoroso después de algunos años de noviazgo, recurra a utilizar el teléfono móvil más de la cuenta en su vida cotidiana. Estará incurriendo en un mayor gasto que disminuirá sus ahorros, pero, al mismo tiempo, creará la oportunidad de entrar en contacto con gente con la que no hablaba desde hacía mucho tiempo. Si todo va bien, estas conversaciones terminarán en citas que a su vez derivarán en más historias y anécdotas. Un nuevo tipo de actividades, en principio externas y ajenas a su vida anterior, activarán el organismo decaído y lo adecuarán para afrontar nuevos retos, inquietudes, desafíos, etc. La recuperación estará a la vuelta de la esquina.

Las cosas pueden ir mejor aún y, saliendo de la crisis o la depresión, podríamos encontrarnos con un individuo que se ha hecho más fuerte que antes de empezar a tener dificultades. El disgusto vivido puede haber desempeñado una función de evolución y desarrollo de la personalidad del sujeto. En este punto, el gasto en teléfono móvil del principio del proceso parece una minucia que no merece ni un segundo de reflexión: era necesario y constituía una inversión suficientemente cubierta unos meses después.

De ahí que todos cavemos muchas veces agujeros para después taparlos: ordenar la habitación y dejarla de otra forma, comprar ropa nueva, hacer un viaje a un lugar desconocido, etc. El ejemplo de quien se va de tiendas para olvidar un mal trago se revela como paradigmático. Todo esto funcionará, por supuesto, en la medida en que podamos pasar a una siguiente fase de actividad y siempre que no nos quedemos en la de los hoyos recién hechos, pues podríamos caer en un círculo visioso de autocompasión que nos deje debajo de la carretera durante más tiempo que el que esperábamos inicialmente.

Supongo que la mayoría conocemos este proceso y no pocas veces lo hemos llevado a cabo. Y mientras tanto constatamos que las previsiones para la salida española de la crisis económica son bastante poco halagüeñas: el cuerpo sigue enfermo y bastante afectado y, en vez de inyectarle medicación o estímulos, las autoridades han decidido retirarle las pastillas para dormir... No se pueden cavar agujeros porque las máquinas están deterioradas, y además tenemos que devolverlas para el año que viene. Hay suficientes recursos financieros para poner al paciente a caminar, pero por ahora seguimos esperando que se hunda, sudoroso, en su lecho. ¿No es como para cambiar de médico? O quizá para ahorrarnos este tipo de consejos y salir simplemente por la puerta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La implementación de la teoría de Keynes, contituyo en su momento un giro radical en la mayoría de las economías. Sin embargo de qué nos sirve en un país como éste cuando nuestros políticos no están preocupados por tapar agujeros si no por cerrar los armarios con llave y tirarla.
Definición de armario: agujero de grandes dimensiones.
Pon más carnes en el asador si lo que quieres es molestar
To be continued...

Anónimo dijo...

"La economía es la ciencia de cercenar los gastos superfluos."
(Séneca)
¿y tú qué opinas?

Séneca vs Keynes
¿Quién ganaría en un ring de boxeo si hubieran sido coetáneos?

Edelmino Pagüero dijo...

Respondo a dos anónimos que por serlo se convierten en uno colectivo. Supongo que Séneca tenía más tiempo que Keynes. No creo que ahora se estén recortando los gastos que nos sobran, sino que más bien nos borran el sistema operativo y nos dejan los vídeos porno que más ocupan en el disco duro del ordenador.

En otras entradas daré más caña. Va según el día, el tema, el estado de ánimo. Un abrazo :)

Anónimo dijo...

Eeeh no señor las politicas keynesianas solo crean inflacion al principio podra no parecer algo malo pero no hay nada productivo en hacer pozos para luego rellenarlos, uno de los grandes problemas que tienen los paises son justamente politicas keynesianas. Desde ya que el quedarse sin trabajo es devastador pero quien no innova o quiere seguir con lo mismo es un inutil, hablo de politicos y enpresarios que no quieren innovar, y si no logras sacar un pais adelante siendo cada vez mas productivo entonces sos un inutil que deberia dar un paso al costado y dejarle ese espacio a quienes si busquen crear empleo gen