Para el tratamiento de "transtornos del ánimo" como la depresión, se suelen recetar pastillas. Estas no solucionan el problema, pero ponen al paciente en mejor disposición para que este adquiera la conducta o los hábitos más propicios para mejorar su calidad de vida o su actitud ante las situaciones que le han llevado al estado que está intentando tratar.
Actúan, los fármacos, a modo de engrase, para el funcionamiento correcto del individuo en su dimensión social.
De administrarse así, esta terapia acaba produciendo resultados positivos. Pero una sobredosis o un mal uso de estas medicinas pueden derivar en perversos efectos contraproducentes. Vamos, que el paciente puede empeorar.
Igual que un organismo humano, no es difícil deducir que la sociedad española se encuentra deprimida. Las razones: un crecimiento desbocado del número de parados, un tejido productivo que no encuentra salida adecuada para unos jóvenes que cada vez se forman mejor, una brecha con Europa y otras naciones que sigue manteniéndose y ampliándose (aunque aquí nos digan lo contrario) ... Una sensación de baja autoestima, de eterno complejo que tiene sus raíces en la administración que de la vida cotidiana llevan décadas realizando nuestros gestores: en un problema de democracia que en distintos grados tenemos en Europa pero que encuentra en este país barra libre.
A muchos nos da la sensación de que no tenemos remedio.
En este punto, los antidepresivos juegan en nuestra contra: un nacionalismo "de temporada" vinculado a grandes figuras deportivas y campeonatos de fútbol. Victorias y éxitos fugaces, pues se basan en un esfuerzo que no nos pertenece. En una ilusión, en definitiva. En un negocio del que no vamos a sacar partido.
La lista de fármacos continúa: "amor a la patria", proclamas cosméticas por parte de los principales partidos políticos; promesas de mejoras (futuras); series televisivas que continuarán la próxima temporada; telediarios entretenidos; "Educación para la Ciudadanía"; machos y hembras modelo en los principales programas de la tv; novedades tecnológicas: facebook, blogs, posts (como este), que nos permiten estar "interconectados" y "realizarnos" mejor...
Con estos "avances", tendríamos, al menos que plantearnos en qué medida nuestra vida está mejorando, o si, por el contrario, se adapta continuamente a lo que otros van modelando a partir de sus propios intereses. No es sano, tampoco, agachar la cabeza. Podemos votar pocas veces al año, pero ya va siendo hora de que al ciudadano se le oiga la voz. Y cuando eso ocurra, los de arriba comenzarán a temblar.
2 comentarios:
Para que la democracia fuera realmente la soberanía del pueblo habría que votar 100 veces más de las que votamos.
"Panem et circenses" en España últimamente hay un día sí, otro también, y eso mola si te gusta el deporte y aún no te ha llegado la hora de salir al mercado laboral a que te den un par de ostias.
en la situación actual, al final van a tener el mercado de parados mejor formado del mundo, pero con nadie dispuesto a darles un puesto de trabajo, y, por supuesto, nunca les pagarán lo que merecen por su trabajo.
Al final la sensación de que el país no tiene remedio, o que tiene la autoestima baja, o que no está a la altura de sus colegas europeos acaba contagiándose. Yo siento lo mismo, y estoy harta seguir siendo una más de esos cuatro millones.
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