miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿Por qué no nos creemos ya la política?


Van pasando los años y el ZP está ya como cuando González en 1995, solo que sin Filesa, GAL, Cruz Roja, Mariano Rubio, Juan Guerra, Comisiones del AVE y otros desastres resultantes del rodillo felipista. Con ello se ha creado una generación de jóvenes y más talludos que no se creen nada de lo que está sucediendo: una bomba de nihilismo que explota diariamente.


ZP se ha concentrado en el CIS y en robarle el centro al PP: se ha hecho amigo de Pedro J. Ramírez -uno de los poderes fácticos- y seduce cuando puede a Janli Cebrián -cabreado con la TDT pero al fin y al cabo sometido al cliente de EL PAÍS-. Para colmo, ZP tiene amigos nuevos: unos neoprogres a su servicio para poner en marcha la mejor fábrica ZP de ideas. Todo controlado.


De esta forma, la crisis no hunde el barco: existe una especie de equilibrio del terror entre los dos paquidermos parlamentarios: a cada aumento del paro le sucede un diputado del PP con un millón de euros robados en la alcaldía, por ejemplo, de Boadilla. El desastre nuclear es imposible pues ambos tienen mucho que esconder. Zapatero y Rajoy son los nuevos Cánovas y Sagasta.


Para colmo, IU no existe, y ahora, mucho menos que nunca. En las Europeas se inventó el voto de castigo para el PCE, y varios partidos, como Iniciativa Internacionalista, Izquierda Anticapitalista o el viejo PCPE se llevaron unos cuantos miles de votos de la histórica formación.


Como diría Lenin antes de degollar a una gallina y comerse su cabeza, "¿Qué hacer?" Procede que el nivel de exigencia de los ciudadanos aumente. Y eso va a ser difícil informándonos a partir del telediario. En tiempos como estos, una novela bien leída constituye un acto revolucionario. Destruir y crear. Criticar la bazofia de lo establecido y crear puentes, prestar lecturas, mandar correos con citas, abrir blogs, redes, reuniones, cine fórums, conversaciones, botellones.


Y de ahí a la calle. A armarla. Ahora sí que no tenemos nada que perder.

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