lunes, 16 de noviembre de 2009

Indignación

Si la revolución es una hija de la envidia, como dice Bertrand Rusell en La conquista de la felicidad, la indignación es la madre de toda conciencia crítica, cívica y, por tanto, útil para la humanidad.

Y yo, continuamente, me siento indignado.

Me indigna el otoño y, más aún, noviembre. Me indignan las navidades, pues, durante estas, recuerdo la cantidad de trabajo que voy a tener al volver -y continuamente compruebo si estoy disfrutando lo suficiente-.

Después, me suele indignar el frío y la oscuridad de enero y febrero.

Una vez que ha llegado el sol de la primavera, empiezo a pensar en lo caluroso que será el verano.

Durante el aciago y desolador estío, busco cualquier brisa para darlo por muerto y ofrecer la bienvenida a los aliviantes vientos de septiembre.

Llega ese mes y no me pilla contento, más bien indignado, por variar: volvemos a trabajar y no me han cambiado al jefe. O jefa.

A poco que me dé cuenta hemos llegado a noviembre y el círculo se ha cerrado. Es curioso: todos los años digo lo mismo y nunca recuerdo lo que dije el año anterior. Por lo que la amnesia estacional es una hija de ...

Pero no todo es oscuro: esta indignación deviene en ideología progresista. Pero, ojo, ideología imposible de aplicar en la práctica. De ahí que siempre esté uno exigiendo más, una ruptura, una revolución... Y así entramos en el marxismo y no salimos.

Somos "mu" sencillos.

1 comentario:

Pilar dijo...

Andrés,
como para no estar indignado con "la que está cayendo".
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
P.D. sigo tus colaboraciones esporádicas en El Plural. Por cierto "no dejes de molestar"