sábado, 2 de junio de 2012

No todo está en los libros... ni en los números

La otra noche, mientras tomaba algo con unos amigos en la terraza de un bar, pude ver cómo una extranjera preguntaba a dos transeúntes por un hotel que ella sola creía que no iba a poder encontrar. Los transeúntes llevaban largo rato tratando de aclararse con el mapa de la joven, y a estos se unió un tercero que propuso una alternativa para llegar a aquel lugar. Poco después, uno de los chicos que cenaban en la terraza, mientras iba al baño, se topó con el grupo y, sin despeinarse, cogió directamente el mapa y emitió una opinión aparentemente experta.

Después de darle muchas vueltas al asunto -el experto aparente consiguió ir al baño pero no orientar a la chica-, la 'guiri' acabó en su habitación de hostal, quizá a través de un proceso de comunicación y organización bastante deficiente, pero con la ventaja de haber conocido a algunas personas que después se convertirían en sus amigos y profesores oficiosos de lengua española.

Y digo yo que, con todos esos titulares de periódicos, cifras en tantos por ciento y exclamaciones sobre lo mal que lo hacemos todo, podríamos proponer anécdotas como estas a modo de metáfora de lo que somos, en definitiva: un grupo de personas que, sin tener ni puta idea de casi nada, nos juntamos y nos ponemos a ayudar de la manera que sabemos.

Es posible que nuestra 'prima de riesgo' revele o refleje que no somos precisamente un Estado exitoso: Administraciones públicas corruptas, un mercado laboral que no funciona, una educación y una productividad que no despegan, el paro...

Pero tal vez deberíamos renunciar a quedarnos atrapados en una matriz formada por estas variables, o en un discurso-argumentación puramente cuantitativos. Ha llegado un punto en que queremos encontrar incluso la manera de cuantificar la felicidad, cuando esta no quiere que la cuenten en números y, cuando se ve presionada a ello, desaparece por ensalmo.

La 'guiri' que descansa, por fin, en la cama de su hostal probablemente no recuerde, cuando su viaje haya terminado, las vueltas que tuvo que dar, lo perezoso que le pareció aquel señor con sus vagas explicaciones, o la desvergüenza del joven que queriendo ayudar, le arrebató y arrugó el mapa que señalaba su destino más inmediato.

Todos esos datos perderán importancia frente a la experiencia y a las personas que la extranjera habrá conocido a lo largo de su visita. ¿Cómo se suma al Producto Interior Bruto la amabilidad desordenada, los consejos alcohólicos pero bien intencionados, los piropos indiscriminados o los bailes gratuitos?

Seguimos sin saber lo que tenemos. Al margen de la posición política que tomemos ante los enormes problemas de la nación, deberíamos recordar que los números solo son un indicativo, una puerta para ampliar nuestros conocimientos y adaptarnos mejor al medio que nos rodea. No merece la pena esforzarnos para que dicha puerta, en algunos momentos abierta, se convierta en la obstinada reja de una enorme cárcel. Es sábado por la noche y esto es España, señores. Cambio y corto.


No hay comentarios: