domingo, 9 de diciembre de 2012

La privatización de la realidad (VI)

Hablamos, hoy día, de ideologías. El cambio que se está viviendo en España, en Europa, se explica por algo que confusamente se denomina como "neoliberalismo". Podría tener otro nombre y daría exactamente igual.

El error reside en pensar que eso sea así. El neoliberalismo, como el liberalismo, no han existido de manera clara en la Historia, como certifica Karl Polanyi en La gran transformación. Si bien ha habido principios liberales, progresistas en su momento (Smith, Mandeville, etc.), la ideología liberal ha constituido siempre una "falsa conciencia" de lo que realmente ocurría.

Lo que denominamos "capitalismo" es una fase tecnológicamente avanzada de un sistema en el que las leyes permiten que las empresas privadas crezcan hasta convertirse en Estados dentro de otros Estados. Esto no nos remite a un mercado de libre competencia, sino a mastodontes burocráticos en los que el despido es más barato, pero que recuerdan a aquellas enormes e ineficientes empresas públicas de los países del Este de Europa. Llevados al extremo, capitalismo y comunismo se parecen mucho: grandes corporaciones deshumanizadas que dirigen la vida del ciudadano. La diferencia es que en las cárceles del "socialismo real" al menos se permitía faltar al trabajo, ya que este abundaba y constituía uno de los objetivos de aquellas sociedades.

Las empresas grandes quieren seguir creciendo y la privatización de los servicios públicos se lo pone mucho más fácil. Además, estas empresas no pueden quebrar al acumular tanta riqueza y patrimonio, por lo que resulta difícil separarlas del Estado.

La privatización de nuestra realidad no representa el triunfo de una nueva ideología, ni siquiera el retorno de la antigua: estamos en un momento en el que un conjunto de minorías avanzan a costa de una masa inconexa, cobarde, dividida y egoísta.

*Los canales de comunicación de mensaje emancipador cumplen una enorme función para "concienciar" a las personas de clase media y cierto nivel cultural. Pero su supervivencia depende de un soporte barato en Internet, porque los grandes medios no pueden permitirlo durante mucho tiempo. La revolución que encarna lo virtual debe ser tratada en próximas entradas, pues consiste en una dimensión que todavía no ha sido cooptada por esta red de redes de minorías.

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