martes, 24 de junio de 2014

Diario de un analista confuso (9) Llueven hostias

Llueve el primer día de verano. No está mal: ojalá lloviera uno de cada cinco días durante estos tres meses.

No he entendido nunca la enorme devoción que se le tiene a la noche de San Juan. Cuando en la carrera nos daban las fechas de los exámenes del segundo cuatrimestre, la mayoría de la gente se preguntaba si tendría San Juan. ¿Para qué? Aquello me molestaba silenciosamente.

Una posible explicación es que se trata de una festividad que nos ha gustado mucho de pequeños, por lo que nos resistimos a que se nos confisque en el tránsito a la madurez que la Universidad anuncia en teoría. Digo en teoría porque la Universidad ya solo representa una prolongación del instituto, una nueva educación voluntaria-obligatoria que apenas nos diferencia para lo que llaman el mercado laboral.

Este viernes defiendo mi tesis, un espectáculo formal en el que se le dará el visto bueno al trabajo que he realizado durante casi tres años. Y después, la incertidumbre y los convierte-esta-etapa-en-una-oportunidad...

Vamos, que estoy muy preparado. Como el Príncipe. Ambos tenemos en común esa cualidad: estamos muy preparados, aunque no sabemos muy bien para qué. Pero lo estamos. Me preocupa que el país se haya llenado de gente muy preparada. Gente que estudia e investiga, pero que no encuentra nada, en definitiva. Empiezo a pensar que hay oficios que deberían desaparecer, que estamos aquí figurando. Que no pintamos mucho... 

Actualidad

Se le está dando una importancia excesiva a Podemos. Y, como consecuencia, este nuevo partido ha aumentado su relevancia. En cambio, no hay muchos análisis que versen sobre lo importante: ¿qué propone esta nueva formación?

Un primer vistazo a su programa me hace pensar que no tiene nada excesivamente original sino que, visto con perspectiva, se trata de un conjunto de medidas de choque propias de la socialdemocracia en momentos de crisis: aumento de la demanda agregada (incluyendo aquí la propuesta de renta básica para todos), intervención de grandes empresas, financieras o no, política fiscal progresiva con aplicación a las rentas del capital... Pocas cosas de las que se proponen serían novedosas para los políticos socialdemócratas e incluso, en algunos casos, democristianos en la Alemania, Inglaterra o Italia de los años cincuenta, sesenta o setenta.

Más interesante es la proliferación de los denominados círculos. Tales organizaciones podrían actuar como controles de las actuaciones nacionales y territoriales del partido. La combinación entre movimiento social y partido político integrado en el Parlamento sí puede ser una experiencia más novedosa. El problema es que los participantes de los círculos no estarán remunerados y además representan cobayas de un nuevo experimento democrático. En tales circunstancias resulta un tanto complicado y difícil mantener la paciencia. Sobre todo, cuando las cámaras se harten del coletas y se pongan a hablar de otras cosas, como de que hoy ha llovido un poco.

Sí hay algo nuevo bajo el sol y es una motivación mayor de cambiar cosas. Pero sigue sin ser suficiente.

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