sábado, 3 de enero de 2009

¿Nos jugamos en las elecciones vascas el fin de ETA?


Los últimos acontecimientos en la lucha contra ETA revelan la gran oportunidad ante la que nos encontramos de terminar con la banda terrorista. Quedan menos etarras, están desorganizados y probablemente divididos, pero esta situación de debilidad no debe llevarnos a ignorar factores muy importantes del problema político vasco que frecuente –y elegantemente- son olvidados y apartados de la agenda político-mediática.


Estas circunstancias estructurales del conflicto se pusieron de manifiesto una vez más tras el atentado del pasado 31 de diciembre contra las instalaciones de la EiTB y otros medios de comunicación. Todo pareció, como siempre, funcionar como si estuviera surgiendo de un guión premeditadamente escrito y ensayado: condenas de unos y otros partidos, coincidentes en lo básico pero divergentes en los matices.

Todos en su papel.

En esta ocasión –a dos meses de unas elecciones autonómicas que fueron convocadas ayer- destacó el PNV al tachar de “chantaje fascista” el coche bomba explosionado por ETA. Los explícitos rechazos de socialistas y populares coincidieron aproximadamente, en un simulacro de unidad antiterrorista que se viene repitiendo frecuentemente durante los últimos meses. Solo pareció salirse del papel un exaltado Javier Arenas, que fue más lejos que Francisco José Alcaraz al desafiar al presidente Zapatero a que luchara de verdad contra ETA. La izquierda abertzale se mantuvo a su nivel (el que tiene), sin expresar ninguna denuncia contra lo sucedido. Ninguna novedad.

Distintos perfiles.

El hecho de que los comicios autonómicos vascos estén en un horizonte cada vez más cercano subraya con más fuerza las motivaciones de los políticos del País Vasco y Madrid en sus diferentes manifestaciones y declaraciones. La primera, probablemente, expresar el repudio absoluto a una forma de violencia que viene cobrándose la vida de inocentes desde hace cuarenta años. Pero, detrás, la idea de vender un determinado producto, una determinada imagen de marca de cara a un concurso que se ve cada vez más cercano. A saber, unos socialistas que representan el cambio en Euskadi, civilizados pero firmes contra ETA; unos populares con más reproches que propuestas, decididos a ahogar a la banda policial y judicialmente, aunque para ello haya que cambiar las leyes a golpe de decreto; un PNV soberanista pero hastiado de la barbarie etarra, con el cual los vascos seguirían “en buenas manos”; y así una lista interminable de consignas que los políticos que viven de sus cargos representativos en Euskadi seguirán vertiendo durante semanas y meses hasta que todo quede claro el día 1 de marzo.


Economía de mercado
Este engranaje podría responder a un mecanismo similar al de una economía de mercado aplicada al sistema democrático: los ciudadanos consumen el producto político que más les convenza: que sea más sensato, más seguro, fiable, eficaz, o bien más arriesgado y valiente. Todos estos atributos serán ofrecidos a los electores vascos durante una campaña electoral que lleva ya semanas en marcha. También las condenas a los actos terroristas reproducen este esquema comercial, con una planificación, un planteamiento y un desenlace. La política es una profesión que exige a veces de esta puesta en escena.

Algunas preguntas
Sería fácil, después de este breve análisis, caer en un escepticismo casi destructivo. Pero hay que hacerse algunas preguntas más: ¿a quién votar? ¿Es el objetivo de las elecciones dirimir quién puede acabar antes con ETA, o más bien hay otros factores –economía, empleo, derechos sociales, asistencia, etc.- que los electores tendrán en cuenta? ¿Cuánto pesará el nacionalismo frente a los problemas de cada día? ¿Es España la culpable de los problemas de todo tipo que padece Euskadi? A estas alturas parece difícil que, frente a una avalancha de marketing político como vamos a vivir, haya algún partido que pueda evitar el cálculo y hablar con las ideas verdaderamente claras.
“Empezar a hacer cosas”
Desde hace tiempo parece que los socialistas de Euskadi merecen una oportunidad, quizá por representar la única tendencia no nacionalista en el País Vasco –si tenemos en cuenta el nacionalismo españolista del PP-. En un Congreso sobre Periodismo y Política, Patxi López nos comentó lo siguiente a un grupo de estudiantes, hace unos tres años: “A ver si acabamos con el problema de ETA para poder empezar a hacer cosas”. ¿Frases hechas de políticos carismáticos?

Una huella profunda
Puede que suene macabro, pero cuarenta años de asesinatos dejan al organismo adaptado para tolerar ciertas deformaciones y daños. La sociedad política vasca está demasiado acostumbrada a ETA, a sus perjuicios, pero también a sus “ganancias secundarias”. Hasta tal punto está esa sociedad adaptada al sufrimiento que la desaparición de su causa mediata podría no ser una labor tan sencilla como podría pensarse. ¿Reivindicaría sin ETA el PNV de la misma forma el “conflicto político vasco”? ¿Qué ofrecería la izquierda abertzale, legal o ilegalizada? ¿Y Ezker Batua? ¿Pediría el PP un Ministerio de las Víctimas del Terrorismo para seguir haciendo oposición, una vez muerto el terrorismo abertzale? ¿Serían los socialistas en Euskadi los garantes del cambio como lo fueron los de Felipe González en 1982? ¿Nos decepcionarían?

¿En quién confiar?
Aunque no debemos olvidar que ETA forma una parte importantísima del espectáculo socializador de la política vasca y, por tanto –y por los beneficios que retribuye- será difícil de eliminar física y culturalmente, hemos de confiar en políticos lo suficientemente honrados que sean capaces de renunciar a ciertos réditos mediáticos con el objetivo de hacer esas “cosas” que nos prometió Patxi López? ¿Estará éste cualificado para ello? ¿Le dejarán? ¿De quién depende?

1 comentario:

Fet dijo...

El electorado vasco se aleja de los políticos. Demasiado discurso y poca actividad, me parece.