jueves, 1 de enero de 2009

Una lección de humanidad -al menos para mí-

Me comunica una persona muy apreciada que su familia está apenada por la tragedia sufrida por un ser muy querido: una amiga íntima, jovencísima, con un porvenir fenomenal, ha muerto en accidente de tráfico. Es como si no avisaran. A los que no nos han pasado estas cosas a veces nos suenan como historias muy mediadas, similares a las que escuchamos por radio o televisión. Por eso no encuentro términos o palabras para describir lo que se debe de experimentar cuando te sucede algo así. Casi mejor, pues de lo contrario estaría mintiendo.

Esta familia ha interrumpido sus vacaciones y ha asistido al tanatorio y al entierro de su amiga. Después de una de las reuniones más tristes de su vida, marchándose ya, la mujer de quien me cuenta la historia, amplia conocedora de la actualidad internacional, ha dicho algo así como: "Ya sabes lo que es esto. Imagínate lo que tienen que estar pasando los de Gaza".

Me parece que, cuando se tiene tal dolor interno y se es capaz de realizar esta reflexión -¿qué cojones me importa Gaza inmediatamente después de recibir una patada en los testículos, por ejemplo?- se demuestra ser de una pasta especial. Se da una lección de coherencia que destroza el cristal vidrioso del espectáculo que viene tejiendo nuestras vidas desde nuestro bautizo social. Esta dosis de humanidad demuestra que el veneno inoculado por los medios (pasividad incipiente) no lo está del todo y que el individuo que vale puede salir adelante a pesar de la dosis.

Como mínimo es interesante conocer a gente que se trata con personas así.

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