domingo, 31 de mayo de 2009

Llega el verano...

Siempre me produce cierta desazón ver llegar, desde lejos, el verano. Soy un pesimista antropológico y he desarrollado la poco enorgullecedora habilidad de buscarle lo negativo a todo. Por eso, al ver llegar esta próxima estación, y en medio de una situación laboral que podría calificar, por primera vez en mi vida, de "segura" -es la primera vez que estoy en paro y ahora sí que nadie puede despedirme- observo cómo llega una estación durante la cual los empleos cualificados están muy pero que muy escondidos: se avecina, ahora más que nunca, el desierto... 

Para colmo, tenemos el calor. Con el verano, y más en algunas regiones, experimentamos en España las peores temperaturas del año. Prefiero infinitamente una nevada que me aísle en casa que una tormenta de calor seco que ni siquiera me permita abrir la ventana. Frustra y puede angustiar que a las doce de la noche la temperatura continúe rondando los 35º. En ocasiones, uno sabe que se acuesta a dormir, pero no puede asegurar que al día siguiente vaya a ver la dañina luz del sol. Al menos, durante ciertos períodos en Madrid.

Igual es que acabo de leer El guardián entre el centeno -en el que su protagonista me supera en negatividad-, pero es que la llegada de este período me coge siempre de mal tono. 

¿Cómo nos ha gustado tanto de pequeños? La explicación reside en el hecho de que, cuando tenemos cierta edad, no nos importa el calor: jugamos tanto y estamos tan distraídos, que no damos tanta importancia a que todo se esté derritiendo a nuestro alrededor. Infancia perdida: habría que haber estado más alerta.

He pasado bastantes veranos estudiando para septiembre, y, la verdad, puede tratarse de una manía contraída en estas épocas anteriores: el estudiante de septiembre nunca tiene sus propios apuntes de las asignaturas, siempre ha recurrido a mejores compañeros; aun así, nunca lee a gusto. Y tener que hacerlo durante julio y agosto puede ser peor que una condena en Alcatraz. Por eso conviene que no nos dejen ninguna asignatura para después de las vacaciones: llega un momento en que -entre ordinarias y extraordinarias- uno está todos los meses de exámenes, pero eso es otra historia que os contaré otro día si me dejáis. Por ahora, nos quedamos con el maldito verano. Quién tuviera otra primavera... o un chalé en los Pirineos. 

4 comentarios:

RedGlasses dijo...

No te lo tomes con tanta negatividad hombre...Míralo todo por el lado bueno, si estuvieras trabajando y todo el royo, no tendrías tiempo para teñir tu piel al sol.
Tómatelo como una nueva aventura...ya tendrás tiempo de trabajar.

Jesús dijo...

Madrid en verano tiene su arte. Se riegan los árboles con cubitos de hielo para que no se evapore el agua del riego ...

Fet dijo...

En Putada Ville el verano cae en jueves.

Carlos (Sr. Chow) dijo...

No hay nadie que pueda superar al Sr. Caulfield.

Quizás deberíamos reunirnos de nuevo en verano para jugar a los muñecos. :)

Por cierto, ¿cuándo has estudiado tú para septiembre?