miércoles, 12 de agosto de 2009

Volver a casa a los treinta...

Después de ocho años de instrucción militar en un colegio confesional, otros cuatro en un instituto; de cuatro a nueve en una o dos Universidades; desplazamientos al extranjero para estudiar; montones de horas dedicadas a idiomas foráneos; multitud de libros estudiados; toneladas de apuntes ya amarillos...

... y después de dos o tres años de exitosa experiencia profesional...

... el mercado de trabajo ha decidido premiarte con...

... seis meses de subsidio de desempleo, breve lapso de tiempo tras el cual pasarás a estar en paro y sin un duro.

Las consecuencias las ves caer el primer día: tengo que ponerme las pilas, encontrar trabajo; o bien, ir haciéndome el cuerpo de que voy a volver a casa. ¡A casa?

Buscar trabajo no es agradable y ahora lo es menos. No quieres currar gratis, pues es algo que tu madurada dignidad ya no puede volver a tragarse.

En tres meses, estás en casa de tus padres.

Para esta desagradable situación, multitud de técnicos en Relaciones Humanas en los USA están elaborando diversos manuales. En Molestar es lo que Cuenta, no sabemos por qué, estamos muy preocupados por proporcionaros una lista de consejos para que este incómodo trámite no sea excesivamente duro.

Pero el primer impacto va a ser brutal.

Te has hecho el cuerpo de que no estás mal, de que vas a ver este período como una oportunidad, de que vas a buscar lo positivo. Simplemente convives con amigos un poco viejos e intolerantes, pero amigos, al fin y al cabo. Es como pasar a convivir con dos o tres personas, solo que más limpias y colaboradoras. De la relación vertical, vas a pasar a la horizontal, en igualdad de condiciones.

Pero, mientras te pones en vertical y horizontal, te encuentras con un sopapo integral tras atravesar el umbral de la amada puerta: "Qué delgado estás. A partir de ahora, a tomar el sol y a comer. A descansar y luego ya veremos".

Es decir, que pasas a una especie de estado infantil, incluso vegetal, sin haberlo deseado. ¡Cómo se me había pasado esto! Y lo peor es que te acabas acostumbrando y te olvidas de todos los esfuerzos que hiciste en tu corta independencia de la metrópoli para ser más autónomo, moderno, etc.

Mentalízate: eres, de nuevo, un inútil total.

Ni has conseguido levantarte un solo día a las ocho para que te dé tiempo a hacer todas las cosas que habías pensado aquella noche en la que lo solucionaste todo, ni has recuperado a los amigos que en el cambio de ciudad habías perdido. Por no hacer, no estás comiendo ni tomando el sol tanto como a tu madre le gustaría. Te limitas a observar, a ver pasar el tiempo. Cada día es el mismo día.

Y, sobre todo, compruebas en tus carnes cómo duele pasar de vivir solo en un piso a tener solamente una habitación. O media.

La solución es complicada y precisa de criterios marxistas o marxianos para avanzar y arrojar algo de luz: tu situación personal y psicológica, dañada, tiene su origen en un problema económico propio del sistema capitalista. Así que la culpa no es de tus padres sino del empresario antipatriota y traidor, que, con la complacencia del corrupto político, ha arruinado tu vida dejándote en la calle, en esa selva familiar de "come y toma el sol".

Y las vacaciones son vacaciones culpables.

Por eso dicen que la crisis no es solo económica, sino social y también moral. El papel de la familia sigue y sigue cambiando, en silencio, sin salir en los telediarios ni en los índices con los que se estudia el estado de la nación y se ganan elecciones. Son realidades importantísimas que nunca tenemos en cuenta pero que se mantienen ahí, como las raíces de esos árboles que impiden que, cuando truena y diluvia, los montes no se desmoronen como castillos de naipes.

Y lo que nos queda.

Seguiremos informando.

3 comentarios:

Macu dijo...

Buen post, sí señor.
Humor y amargura... las justas.
Un saludo,
Macu

Unknown dijo...

Recuerda a Bukowski, amigo Andrés!

Edelmino Pagüero dijo...

Es una dura realidad esta.

Dicen que a Borges lo bañaba su madre cuando esta tenía noventa años. Y era Borges.

Lo jodido es que yo no soy Borges, y en casa no hay bañera.

Tengo que leer a Bukowski, José Luis.

Un saludo y gracias.