jueves, 10 de septiembre de 2009

Me siguen invitando


Desde hace tiempo noto que, cuando vamos a tomar algo a un bar, me invitan.

Normalmente se trata de alguien a quien no veo desde hace semanas y sabe de mi condición de desempleado.

Durante la conversación no ocurre nada anormal; ni siquiera cuando repito y pido otro Sprite -"aquí tenemos Seven Up"-. Podría pedir siete botellines de esos fresquitos que no ocurriría nada, salvo que tendría que ir un par de veces al baño. Total, tampoco traen apenas líquido las botellitas: no llegan a un vaso, de esos que tienen un cubito que los rellena casi entero. A veces creo que son consumiciones de juguete. Porque llenar, llenan poco. Efectivos inventos.

El caso es que no se me seca la garganta. Y llega la hora de irse.

Porque en algún momento hay que pirar. Porque ni nos queremos tanto ni vamos a arreglarlo todo ese día.

Y alguien tendrá que financiar este encuentro, digo yo, o más bien, diría el camarero, encargado de la caja del local que no le pertenece pero que tiene que custodiar como si fuera suyo. Y que se pregunta cómo coño se puede beber un canijo así siete botellines del maldito Seven Up que, además, se rellenan todos los días. ¡Y no coloca!

Y, entonces, termino de morrearme con el consumidor del día anterior del Seven Up que finiquito y me levanto, diciendo que me voy "al piso" -no tengo nada que hacer-. Y se produce un camino cómplice hacia la barra, en el que nos miramos y tú sacas tu cartera un poco antes que yo y yo voy a decir que yo invito pero tú tienes ingresos y me lo pagas tú.

- No hombre, no, por favor. Ya me invitas cuando ganes el primer Pulitzer.

Y así me gano infinitas consumiciones de espuma blanca, dulce, e impunemente ociosa.

1 comentario:

Fet dijo...

"Ya me invitas cuando ganes el primer Pulitzer".
Pues parece una muy buena persona, quien quiera que sea.