martes, 12 de enero de 2010

Sobre el "mal de oficina"

Ciudad grande. Metro. Edificios "inteligentes". Poca ventilación. Días nublados y fríos. Roces con la gente, cabezas anónimas, un periódico gratuito. No dormir lo suficiente. Que los días se parezcan unos a otros. Un trabajo no excesivamente productivo.

Tienes todos los síntomas del trastorno catalogado como el "mal de oficina". Felicidades: ya es algo más que las gilipolleces de investigaciones que publica el "Qué" y panfletos similares que "descubren" el "síndrome del estrés del Siglo XXI".

Si pasas muchas horas en la oficina es suficiente para padecerlo. La exposición al lugar del trabajo supone un bombardeo violento desde la entrada hasta la salida. Una retaíla de órdenes contradictorias entre sí que te acompañan durante ocho o diez horas y que acaban interiorizándose como un componente básico de la personalidad. No podría ser de otro modo: somos ratas expuestas al experimento diario durante demasiado tiempo como para olvidarlo.

Salimos del trabajo y seguimos siendo los mismos, solo que no tenemos el mismo estímulo y lo buscamos en otros sitios. El comportamiento de oficina, violento y temeroso al mismo tiempo, se reproduce en la vida familiar, con los amigos e incluso en la conducta sexual: a la fantasía de follar en el puesto de trabajo se le da la vuelta y uno acaba siendo penetrado por la oficina en su propia cama. Como llevarse trabajo a casa.

Desconectar. Pensar en otras cosas. Disfrutar del ocio, del tiempo libre. Ser feliz. Pasarlo bien. Recargar las pilas. Hasta la vuelta al mismo sitio, donde nos proveeremos de la misma energía temerosa y tiránica.

Si algún fantasma pasea libremente por Europa, y por el mundo, no es otro que el "mal de oficina".

1 comentario:

Clipo dijo...

Interesante post, Anthony