domingo, 20 de junio de 2010

La verdad, la mentira y la ficción (I)

A veces decimos que "la realidad supera a la ficción", en un lugar común sobre el que quizá no reflexionamos lo suficiente. Es mucho lo que nos jugamos ahí.

Pretendemos, sin quererlo, sostener un pilar que se desmoronó hace mucho tiempo: pensamos que "la realidad" todavía puede entenderse separada de "la ficción". Creemos que, en definitiva, al cerrar el libro o, sobre todo, al apagar la tele o desconectarnos de Internet, volvemos a ponernos en contacto con "nuestro mundo".

Olvidamos que estos dispositivos no pueden apagarse.

Desde que la comunicación se convirtió en una industria, desde que la información se transmutó en mercancía, con una oferta, una demanda y un precio, el espectáculo y la ficción se fundieron con la antigua realidad y conformaron lo que algunos han querido, por simplificar, denominar la 'hiperrealidad': en nuestro medio vital, en nuestra vida cotidiana, creíamos que convivíamos con imágenes que a la vez tenían su referente.

La fusión ha llevado a una escisión: ahora muchas imágenes son ya productos, hiperrealidades sin referente alguno que flotan en una especie de 'iconosfera', que diría Umberto Eco; una 'burbuja' de las que por ahora no explotan*.
Un ejemplo lo podemos ver con las chicas y chicos de portada de revistas, marquesinas de autobuses, etc. (Foto, arriba, Megan Fox, "muy sexy").

Los cuerpos que vemos en las imágenes no tienen su referente real. Cuando los contemplamos embobados, no tenemos en cuenta el encuadre y ángulo en que estos antiguos referentes figuraban ante la cámara; ni el Photoshop, ni el tamaño de la foto, ni el brillo del cristal...

Pero la hiperrealidad ya llegó mucho más lejos. El imperio de la imagen ha llevado a estos modelos a hincharse con esteroides o con bottox, a utilizar la silicona por todas las partes de su cuerpo, a perfeccionar su apariencia. El referente ha muerto, la imagen se ha desligado y ahora dicta a la parte orgánica cómo tiene que alinearse para ser fiel a su nuevo estatuto.
Perseguimos fantasmas. Y aplicamos esos modelos fantasmas a nuestra vida cotidiana. Por lo que podemos acabar haciendo el amor con fantasmas y, sin querer, inflando las cuentas de resultados de las empresas que se benefician de estos nuevos estatutos.

Esto no es lo peor. Aunque que te jodan un 'polvo' ya es bastante para empezar.
* Pd. Es curioso que hablemos de imágenes sin referentes, y de burbujas, como la de la vivienda, sin apenas valor real detrás: ¿tendrá una cosa que ver con la otra?-. ¿Tiene el imperio de lo financiero, de lo inmediato, de la ansiedad, algo que ver con la necesidad de satisfacer cuanto antes nuestras necesidades sexuales?

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