lunes, 4 de octubre de 2010

El negro y el semáforo

I.

Todos los días, al ir al trabajo, coincido con el negro tizón en el semáforo.

El semáforo tarda una hora en ponerse en verde, y más cuando te hace falta que cambie.

El negro me mira y me sonríe, recordándome que esa noche no tiene nada para cenar. A veces le doy algo. Le sabe a poco. He pasado sin merendar alguna tarde por él. Pero siempre está al día siguiente como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

Siempre en rojo y él recordándome su situación y, de paso, la mía, que tampoco es que sea muy buena.

II.

El negro controla el semáforo y prefiere el color rojo. Lo activa cuando me ve llegar, y lo cambia cuando comienzo a sudar. Ha cogido el hábito.

III.

El otro día traté de atropellar al negro. Venía sonriendo como siempre, aceleré e intenté embestirle. Se salvó por poco.

IV.

El negro parece haber olvidado lo del otro día. Se me acerca y me saluda. Decido innovar: arranco y me salto el disco rojo.

V.

Estoy en el hospital, con una contusión por un accidente. No recuerdo nada después del negro, y del rojo. Sé que me han quitado el coche y el carné, que he provocado un accidente.

Y que el negro lo sabe.

VI.

Salgo del hospital tres días después. A duras penas me subo a un taxi. Le pido que me deje en la avenida principal, antes del último semáforo en negro, perdón, en rojo.

Lo veo desde lejos.

Dejo sin pagar al taxista, que me grita, y me acerco poco a poco a él. Me duele la espalda.

Tiene una silla a su lado, para mí. Me siento y le pregunto por las novedades. Me dice que el semáforo sigue funcionando bien y que se ha planteado quitar el disco verde.

VII.

A partir de ahora, reparto mi jornada laboral entre el semáforo y la oficina. Mi colega ha hablado con mi jefe y a los dos les parece bien. Me encargo del semáforo mientras dejo a mi compañero, que ya no es negro, la parte comercial.

A veces nos llueve, hace frío y calor. Pero mi amigo no ceja en el empeño. Los conductores nos miran mal, sufren por no hacer nada y, más aún, por no querer hacer nada. Por eso hemos creado la zona con más accidentes de la ciudad: todos tratan, antes o después, de saltarse el semáforo en rojo, el único color que ofrecemos.

Cada vez somos más en el negocio: nos haremos con la ciudad y acabaremos con el hambre, o con los coches. Esto promete.

1 comentario:

Fet dijo...

Sin palabras, Maese. Me ha dejado mudo.