miércoles, 23 de marzo de 2011

Montaña en horario laboral

Llevaba ya mucho tiempo soñando con ello: volver a la infancia, coger a mi vieja amiga BH Topline -comprada en 1996 por 40.000 pesetas- e irme a los Montes de Málaga, en horario laboral, para recorrer algunos de los numerosísimos carriles de tierra contenidos en el entorno.

No fui solo: a mi lado iba precisamente mi compañero de batallas por aquellos tiempos, con el que hace unos quince años me pegaba palizas de horas subiendo estos montes sin que al final de ellos nos esperara ninguna azafata con un premio ni nada por el estilo. Tampoco es que lo mereciéramos.

A las montañas llegamos, por supuesto, en furgoneta. Hoy día la forma física y el tiempo disponible es mucho menor, por lo que recorremos motorizados lo que antaño podíamos hacer a base de esfuerzo y tesón. Quizá antes mirábamos menos el reloj, salvo cuando tocaba volver a casa por la noche. Ahora tenemos aquella libertad que parecía inconquistable pero con ella ha llegado un nuevo sentido del tiempo.

Un tiempo que se estira y se acorta en función de lo que estemos haciendo: las dos horas del paseo, salvo por el frío a mil metros de altura, se acortaron increíblemente. Y tras hacer rabona de una realidad cercada por las costumbres y las obligaciones, vuelta a la ciudad y al ritmo autoimpuesto. Los retos, los problemas, el desencanto, etc., son bastante puntuales y fieles: te esperan a la puerta como la mejor mascota. Pero por ahora no han aprendido a montar en bicicleta. Afortunadamente.

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