martes, 23 de abril de 2013

Mis locas aventuras francesas (VIII)

Tiene un cierto romanticismo ver terminar la tarde desde el centro de Toulouse, sentado en la terraza de un bar, mientras escribo sobre el romanticismo del atardecer en pleno centro de Toulouse.

Mejor que desde mi habitación, que se llama 'Logement Ortega Lara', por esto del funcionario de prisiones que se mantuvo mucho tiempo escondido en un lugar pequeño para que Cristóbal Montoro no pudiera encontrarlo. ETA y Montoro han forjado muchas leyendas en este sentido, con perdón de sus víctimas.

Volviendo a la habitación, no está precisamente mal equipada: cuenta con cocina, con una cama, con una mesa, con un mosquito grande que me espía desde el otro lado del cristal y que me lanza piropos de albañil, con una ducha y un lavabo. El problema es el campus: está completamente vacío y, cuando uno está ya cansado de hacer lo mismo, se ve irremediablemente impelido a seguir haciéndolo.

Esto último provoca un cierto agotamiento en quien no habla demasiado bien el francés (y eso que he intentado dar clases particulares, pero mi profesora se acaba de exiliar a otra ciudad).

Con este panorama y estando todavía a martes, el optimismo y la positividad (que no el positivismo, que es otra cosa muy distinta) no están, digamos, muy de manifiesto.

Y de esta manera, tranquilos, transcurren los días a los dos lados del Río Garona, en el que acaban flotando algunos borrachos los sábados, tras el botellón. El río es un perfecto mecanismo de selección natural: como ocurre con el 'balconing', aquellos que mueran en el río un sábado por la noche, después de beber mucho, quizá no estaban preparados para seguir en este mundo. Los ríos son sabios, probablemente por hacer siempre el mismo camino. Están especializados.

Después de lo del río, procede ir recogiendo. Los soldados de Dios me están decepcionando y no quieren ya la Sharía para Toulouse. Me he unido a un grupo de hobbits que madruga los sábados para comprar "verdura fresca" en el mercado y he conocido a algún que otro malhechor iberoamericano que ha hecho las noches de los fines de semana más entretenidas. La verdad es que sería momento de estar en España, pero, humildemente, siento que Toulouse, y Francia, me necesitan. Continuaré informando.

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