miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sobre señores saltarines que te cantan sin conocerte. Y sobre la necesidad de llevarlos en coche

El día iba regular hasta que salí de trabajar (esta frase debe de ocupar un lugar superior al del tópico).

Ya eran las nueve y solo quedaba mi coche en el aparcamiento al aire libre. Cuando me disponía a meterme en él, un señor me llamó la atención mientras se acercaba. Desorientado, el hombre no sabía dónde podía haber una parada de autobús para salir del campus universitario. Al no prestar atención a mis indicaciones, supuse que lo que quería era sugerirme la posibilidad de que hiciéramos juntos el camino de vuelta, en el hipotético caso de que fuéramos aproximadamente hacia el mismo sitio.  

En efecto, el camino de vuelta era el mismo.

En un primer momento, vacilé (¿quién es este señor? ¿y si se trata del truco mediante el cual, a mitad de camino, te sacan una pipa y te quitan el coche?). Pero las dudas se disiparon al concluir que un señor tan bajito, con esos bigotes tan largos y frondosos, además de una voz tan musical y entrañable no podría traerme ningún disgusto, salvo que se reconvirtiera en dibujo animado.

El señor (que llevaba una tarjeta identificativa colgada con su nombre y apellidos) salía de un congreso de 'emblemática', que consiste, más o menos, en una combinación de disciplinas como la  Historia del Arte y la Musicología, en la que él es especialista.

Como no sabía qué decir y mis estudios de Sociología no le sorprendían en absoluto, le comenté que el movimiento expresionista de los años veinte tenía una rama musical, otra pictórica y, por supuesto, otra cinematográfica que, además, combinaba todas estas manifestaciones. Acto seguido, se puso a tararear una sinfonía utilizada en una de las películas alemanas de los años veinte. El hecho de ver a un señor así haciendo aquello no tenía precio.

Después hablamos de las luces y la sombras en el cine alemán, de Pabst, de Lang, de Murnau... hasta del Gabinete del Doctor Caligari. En realidad yo no sé mucho más de cine que eso, pero me daba para el corto trayecto que estábamos haciendo. En Alemania este cine se hizo durante la república democrática que precedió al ascenso de los nazis, un poco parecida a la española, le dije, a lo que respondió que fueron los comunistas los que acabaron con el experimento democrático español, al masacrar cualquier forma de organización libertaria. Acto seguido, le dejé en tierra. El motivo no fue ideológico, sino logístico, porque se encontraba ya en frente de su hotel. Todavía, a gritos, insistía en lo de los comunistas. Después de este suceso les voy a tener más miedo aún.

Todo esto, que constituye una experiencia estupenda, sucedió en poco menos de quince minutos. Y en este punto, recuerdo una reflexión que alguien me hizo hace un mes: en España no nos fiamos de nadie, nos cuesta mucho relacionarnos con los desconocidos, siempre pensamos que nos van a hacer algo o que tienen una intención escondida.

Lo que queda claro es que, en muchas ocasiones, siempre que el individuo no se pareza ni a Bin Laden ni a Rouco Varela, merece la pena meterse en estos fregados. La ficción, incluso la de dibujos, se hace realidad al conocer a gente curiosa que revolotea en tu vida durante unos cuantos minutos. A este señor le dedico esta entrada, pues ha hecho de este día gris algo de lo que merece la pena acordarse.


4 comentarios:

cristina palmero del pozo dijo...

jjaja lo mismo era un tío político del Pagüero

Edelmino Pagüero dijo...

Me da que no eres Cristina Palmero... Si hubiera sido como dices, tal individuo habría entrado en el coche, pero en el maletero...

Edelmino Pagüero dijo...

Además, no me toques la fibra sensible.

Anónimo dijo...

Jajajajaaj buenisimo ;)

Sandro