domingo, 23 de agosto de 2009

La crisis que no acaba


España va a salir más tarde de la crisis que Francia, Alemania, Japón, EEUU, China... Ninguna novedad.


España viene siendo un kiosko internacional, un escaparate volcado a la venta desde que el Caudillo tuviera que desprenderse de sus ínfulas falangistas e intentar dar algo de comer a la gente.


Y, desde entonces, tampoco es que lo que llaman el "patrón de crecimiento" haya variado en exceso: construcción por construcción -negocio de unos pocos- y turismo. Dos sectores profundamente arraigados en la piel de toro con un futuro negrísimo en las actuales circunstancias.


¿Qué podríamos esperar de nosotros mismos? "Que inventen ellos", decían los franquistas. Y los gobiernos democráticos, con mayor o menor brillantez, han seguido la estela.


¿Ha merecido la pena entrar en la UE? ¿No compensan los fondos adquiridos la pérdida de todo motor industrial, de toda independencia para ejercer una política económica distinta? ¿Es Europa la solución a todo?

Como dijo el presidente Zapatero, "a trabajar y a consumir". O sea, que seguiremos obedeciendo a la dictadura de las cifras oficiales, del crecimiento por el crecimiento, del PIB como señal de riqueza y de las normas del sistema capitalista, que utiliza cada crisis para salir aún más reforzado.


Poco podemos esperar de los políticos porque poco podemos ya esperar de nosotros. ¿No es así? Comienza la semana. Para todos.

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