martes, 27 de octubre de 2009

¿Por qué no nos dejan en paz? (I)

Pensaba ayer en la última película de J.J.Campanella con Ricardo Darín, El secreto de sus ojos. Un filme bien distinto a la pseudotrilogía anterior -El hijo de la novia, El mismo amor, la misma lluvia y Luna de Avellaneda-, que se adentra en una mezcla entre romance y un cine negro que los argentinos han sabido hacer muy bien en años anteriores -Tiempo de revancha o Nueve reinas-.

No desvelaré nada importante sobre esta última película pero sí adelanto que no ha decepcionado a la mayoría de sus espectadores; la tragedia y el drama es doble: un amor roto por un asesinato que habrá que investigar y, por otro lado, un romance que no se consuma y que da lugar a dos vidas paralelas, incomunicadas, a pesar de parecer estar predestinadas.

Cuando la cosa se queda en el cine, en la ficción, no pasa nada. Pero querer trasladar esta hiperdramatización a la vida diaria es una fuente de frecuentes neurosis. ¿Qué es eso de vidas paralelas y de predestinación? ¿Acaso no existen otras compensaciones en la vida distintas al amor, suficientes como para justificar una separación? ¿Cuánto de obsesivo tiene el enamoramiento y cuánto de artificial, exógeno?

Me da la sensación de que, aunque hayan pasado cientos de años, el amor sigue viniendo fuertemente determinado por condicionantes materiales, culturales, religiosos..., así como de una especie de tendencia nuestra a ser los protagonistas de una historia que por fuerza no puede ser racional, templada o simplemente relajada y lógica.

Parece que el amor, para existir, ha de rimar con los estribillos de las cien mil canciones que nos han servido, con el beso en primer plano de Hollywood, o bien, con el mete-saca de la industria del cine porno.

¿No cabe acaso una relación cordial, de colaboración y atracción entre dos personas, que pueda ser considerada como una relación amorosa? ¿Hace falta fichar en el registro del drama y la pasión para tener pareja oficial?

Las formas de control exceden desde hace mucho tiempo a las cámaras de seguridad, los policías o los políticos. Si no nos damos cuenta de esto, podríamos estar viviendo un filme con un desenlace y un guión, sin estar recibiendo nuestro sueldo correspondiente por ser los protagonistas. A Darín y a Campanella sí les han dado dinero. ¿Y tú, vives también en una historieta de estas o te entregas a la realidad? ¿Cuál es, en caso de haberla, tu realidad?

No hay comentarios: