miércoles, 13 de enero de 2010

Sobre escuchar la radio y mordisquear una manzana

Me levanto y pongo la radio mientras mordisqueo una manzana. Nada más levantarme no tengo hambre y no como con ganas. Pienso en el mal día que hace mientras el locutor despacha tema tras tema y abre el turno de llamadas.

Después de una señora de Teruel, se presenta un tal Andrés Villena. Tardo pocos segundos en darme cuenta de que he llamado yo.

Me miro y me veo en pijama. Confirmo que no es una broma. El que habla soy yo, no sé en qué momento ni sobre todo en qué lugar.

No puede ser una grabación porque ese Andrés Villena está describiendo lo último que ha hecho: levantarse sin ganas y mordisquear una manzana. El presentador sigue la llamada con entusiasmo, como si se tratara de alguien especial.

Villena termina de contarle al locutor que los días son como un mismo día empalmado cinco veces, con un apéndice de dos más. Que el pijama se ha convertido en un uniforme opresor y que va a dejar de mordisquear manzanas para regalar mordiscos a la gente.

Escucho con atención pero decido no oír todo el testimonio. Al cambiar el dial, encuentro la música clásica.

La manzana sigue ahí, a la mitad, y el espejo que hace el cristal de la cocina me devuelve mi uniforme de sueño a rayas. Como el traje de los presos.

Me vuelvo bruscamente a la radio y muevo el dial. El locutor está despidiéndose de Andrés Villena y recibiendo una llamada desde Barbate, en Cádiz.

Me acuesto un par de horas más y me dejo la manzana para la segunda tanda, a ver si tengo más suerte. El pijama me lo dejo fuera de la cama. La radio sigue encendida, esperándome.

1 comentario:

Clipo dijo...

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