martes, 23 de marzo de 2010

Una generación, en cuestión (I)

Los nacidos en 1980, un año más, un año menos, probablemente inauguremos lo que podría ser considerado en adelante como el 'síndrome de los 30 años'.

Las transformaciones socioeconómicas vividas en el mundo en las últimas décadas van a barrer conceptos antiguos como 'la crisis de los 40' o similares.

No confundamos, no obstante, la crisis de los 30 años con la de 'los años 30'. Ni con un período depresivo de treinta años de duración. Nada por el estilo.

"Nuestros padres crearon un mundo perfecto para nosotros, y ahora nos encontramos con este y no podemos asimilarlo". Algo así me comentaba una amiga el otro día. Y no va muy lejos de lo que muchos sociólogos comenzaron a estudiar hace décadas y a denominar como 'segunda modernidad' o 'modernidad tardía'.

Estamos asistiendo, en la actualidad, a una crisis de valores, a una lucha y competición entre creencias y definiciones de la situación, de la realidad. A un combate entre formas de entender la vida que no necesariamente va a tener un resultado claro o definido.

Hace mucho que el Estado ha entrado en una etapa, si no de disolución, sí de fuerte cuestionamiento. La televisión ha sustituido a la Iglesia, debilita a la escuela y a la familia y oculta a la propia realidad en la mayoría de los casos.

¿Qué hay de instituciones como el matrimonio? ¿O la idea de un trabajo para toda la vida? ¿O que una carrera nos dote lo suficiente como para ofrecer 'valor añadido' en el mercado laboral?

La realidad es hoy bien distinta: somos muchos los que, a nuestros treinta años -meses más, meses menos- nos encontramos en una encrucijada: probablemente no hayamos perdido un solo mes de nuestra vida sin estudiar, sin memorizar, sin hacer esquemas y sin sacar buenas notas. Pero, llegados a este punto, parece que tal esfuerzo no ha surtido el efecto deseado.

Sí es cierto que nos gusta hacer las cosas bien, pero la sensación que nos queda es que el 'mercado' no ha dado el peso adecuado a nuestros conocimientos. En ese momento es en el que se produce el vértigo, se mira atrás y hacia delante.

Y, realmente, no se sabe quién está peor en términos relativos: si los que están expulsados, por ahora, del mercado, o los que se encuentran cómodamente instalados, pero insatisfechos.

¿Adónde nos dirigimos?

1 comentario:

Fauno dijo...

Si nuestros padres nos crearon un mundo perfecto, los padres de ahora están creando monstruos. Deberías ver a mis alumnos de periodismo y publicidad, como cada año llegan con menos interés por todo y más desidia ante lo que se les presenta. Lo tienen todo y estudian para poder seguir teniéndolo todo.