miércoles, 24 de marzo de 2010

Una generación, en cuestión (II)

Podríamos profundizar un poco más en lo que decíamos en la anterior entrada. El sociólogo funcionalista -nadie es perfecto- Ronald Inglehart elaboró en los años noventa una teoría que después, cuestionable o no, iba a ser paradigmática.

Para Inglehart, las generaciones que no habían vivido la segunda guerra mundial, que veían crecer el Estado de Bienestar, comenzaban a experimentar un cambio curioso: de las preocupaciones por sobrevivir, por conseguir un trabajo que permitiera llegar a fin de mes y tener seguridad existencial, las cohortes o grupos de edad cada vez más jóvenes empezaron a dar más importancia a otro tipo de demandas: más libertad de expresión; sociedades más democráticas, en las que el individuo pudiera 'realizarse'; trabajos menos alienantes; mayor 'calidad de vida'; respeto a determinadas orientaciones sexuales y grupos étnicos, etc.

Los valores de supervivencia asociados a la fase de reconstrucción postbélica ya no eran los únicos. Es lógico que para pedir libertad, autorrealización y 'confort', uno ha tenido que estar comiendo tres veces al día durante muchas semanas. Pero para estas generaciones determinados logros se habían convertido en imprescindibles, y el fracaso en estos podía llegar a producir la misma frustración que los relacionados con el alimento, la seguridad o la ausencia de conflictos bélicos en el propio suelo.

Me imagino que este proceso continúa hasta la actualidad: aunque estamos en un proceso de crisis sistémica, de ruptura interna dentro del continuo establecido por el capitalismo desde los años 70, seguimos contando con una especie de colchón de seguridad que nos permite dar toda la importancia a una serie de cosas con las que nuestros padres ni siquiera se atrevieron a soñar. Y sobre ese 'colchón' hablaremos en la próxima entrada.

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