lunes, 22 de marzo de 2010

Volver del trabajo, solo, en coche

Volver del trabajo en el coche, solo, sin la música puesta, permite una reflexión más sincera sobre la situación en la que uno se encuentra. Quizá es que al no estar nuestro cantante o locutor favorito chillándonos al oído, reaparecen aquellos ruidos que normalmente tratamos de tapar. Como ese sonido que te sugiere que tu coche no está tan bien como creías (si lo acabo de arreglar...). O esa preocupación recurrente que no cesa y para la que tendrás que acabar poniendo un remedio; o bien un horario para angustiarte con ella de manera concentrada. Averías parecidas, pues los talleres de coches tienen, desde hace mucho, establecido un horario...

Sin esa música mentirosa, que te permite 'desconectar' -¿o preparar el cuerpo y la mente para la repetición, mañana, del mismo acto de hoy?-, nos encontramos con las verdaderas tripas del asunto; nuestra mente ruge después del esfuerzo obligatorio y asimila lo que sucede a continuación con la misma lógica con la que lleva funcionando durante las ocho o nueve horas anteriores. O quince.

Se hace difícil desconectarse, de verdad, cortar con lo que se ha estado viviendo durante el rato anterior. Por suerte, más tarde de las doce, las autopistas, las carreteras, las calles... están en silencio. Parece haberse decretado un estado de sitio, un toque de queda vital, laboral, comercial... Una dictadura semanal antes del fin de semana, paréntesis de libertad autoadministrada también de manera dictatorial.

Solo los semáforos, creados para regular una circulación que ahora se produce gota a gota, siguen pendientes a esta hora, en un ejercicio regular pero programado, como unos ojos que se activan y nos marcan con ello el ritmo al que podemos marchar. El ritmo de la vida, en definitiva.

Los semáforos son perversos. Y la noche es una ilusión: es cuando más fácil resulta saltárselos, en la medida en que, cuando se va cogiendo el sueño, es más fácil saltar las fronteras de la realidad. Cuando volvemos del trabajo por la noche volvemos casi dormidos, pero sin peligro de chocar. Casi libres, pero sabiendo que esa ligereza la habremos perdido cuando el sueño nos abandone. Por algo más que por el ruido de un despertador nos jode levantarnos.

No pienso ir más en coche sin la música puesta.

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