jueves, 25 de marzo de 2010

Una generación, en cuestión (V)

En la entrada anterior recreábamos un diálogo en estilo indirecto entre el adolescente y sus padres. Es interesante porque podemos utilizarlo como metáfora facilitadora.

El adolescente -aparte de querer matar a su padre y follarse a su madre, o viceversa porque hoy va cambiando todo muy rápido- está continuamente a la defensiva. Tiene tan asegurado el alimento, la cama, el médico cuando se pone malo, los cursos que le quedan de la escuela... que no detecta necesidades ni problemas en ese campo. Lo más importante para él o ella es derrotar al acné, salir definitivamente del armario (no es poca cosa), integrarse de verdad en un grupo de amigos -'nadie me comprende'-, convencerse de que no es un bicho raro o perder la virginidad de una maldita vez. Eso y no tener muchas asignaturas para septiembre es vital. Todo lo demás son problemas y estorbos.

Este punto de vista es interesante, no solo porque lo haya dicho el titular del blog que lo publica. Porque quizá hasta este momento hayamos sido un poco adolescentes: hemos terminado nuestra carrera, encontrado trabajos y becas, salarios mayores o menores, parejas más o menos estables... y hemos olvidado el país en que vivimos, la situación explosiva de la economía, la importancia de tener subsidios o las cosas que no nos faltaban. Seguíamos como el adolescente de más arriba: la enfermedad, revisiones, alimento, techo, cama y vacaciones continuaban de alguna forma aseguradas. Éramos eso que dicen 'la generación mejor preparada'.

Poco a poco nos hemos ido dando cuenta de que eso no iba a ser para siempre. O bien, que lo que teníamos planificado, no nos termina de gustar, y que equivale a estar sin nada. A esto último podríamos dedicarle una reflexión en el próximo post. Pero ahora tengo la pizza caliente en el horno.

No hay comentarios: