lunes, 20 de junio de 2011

Dos horas para el fin de la primavera y una llamada desesperada...

La primavera tiene una capacidad de encantamiento poco discreta. Quizá por el hecho de que supone el regreso de la vida, al menos en lo que al mundo vegetal respecta, la estación más explosiva del año se pasea con una especie de brillo que no se retira hasta que el calor del final de junio convierte este período en otra cosa algo distinta.

Todo esto puede deberse también a un distinto estado de ánimo por parte de quien contempla un atardecer frente al mar, o comprueba cómo los brotes verdes -los de verdad- progresan adecuadamente en el jardín de su casa, en el parque, etc. Pero también podría suceder más o menos al revés: que seamos nosotros los recipientes de esa primavera que se expresa en las plantas, pero también en todo tipo de animales, incluidos los que nos consideramos racionales.

Pensando en esto, a veces entro en desvaríos posmodernos irresponsables y recuerdo las vaciladas de los post-estructuralistas: somos sujetos de una estructura, de un texto que no termina, que nos utiliza para seguir escribiendo su historia.

Y en esas estoy, a dos horas del fin de la primavera y convertido en el sujeto de una tentación tan sádica como inmadura e irresponsable: enamorarme impulsivamente de un rostro, de una marca dejada en esa pantalla borrosa que fijamos, de pronto, en una plaza concurrida y sudorosa de domingo, de dos ojos que ahora deformo y amplío a mi gusto en ese antecedente del Photoshop que es nuestra obsesiva memoria de trabajo, que se dedica literalmente a violar nuestras gastadas retinas para alimentar lo que en definitiva nos pide una estación que durante minutos nos devuelve al salvajismo más creativo. ¿O acaso una fantasía de este tipo no es una violación de una persona en dos dimensiones, sin derechos de autor? Cosas de la primavera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Realmente desea saber dónde está la belleza? A veces, yo también me lo pregunto.

Hace tiempo que miro alrededor y no soy capaz de entender lo que mis ojos me muestran. En el mundo están pasando cosas. Tan sólo un puñado escaso de ellas son cosas hermosas. Muchas cosas son terribles. Y la inmensa mayoría, inexplicables: cosas raras.. Las moscas de mi joroba entienden más que yo...Pero seguimos caminando como si todo tuviera un sentido, que creemos comprender, tan sólo, porque cumplimos una función.
Camino...no. Emboscada.
A veces, yo también me lo pregunto:
¿Donde? ¿Donde está la belleza?"

(Trilogía del desaliento, "No es la lluvia, es el viento")