domingo, 3 de julio de 2011

La muerte como una buena inversión

Estaba hace un rato viendo por la tele a Sara Montiel y se me ha pasado por la cabeza lo siguiente: calculemos que fallece a los 85 años y, ya muerta, se pone a pensar: "Realmente, todo lo que hice después de los 60 años fue básicamente el ridículo. En realidad, debería haber vivido 25 años menos".

Otro tanto podría suceder con Marujita Díaz, que, en el momento del óbito, podría llegar a considerar haber pasado su edad límite en cuatro décadas.

Y es que la muerte no es solo el cese de la vida, como algunos pesimistas suelen decir. Puede representar también un acontecimiento que te embellezca para siempre. ¿Cómo habría sido Maryleen Monroe con 75 años? ¿Y James Dean, recogiendo un premio sin apenas dientes y 89 tacos? En aquel momento, muriéndose, invirtieron en una imagen permanente y hermosa.

El hecho de que esta idea pueda dar lugar a otras peores no debe impedirnos concluir con que hay muchos personajes del mundo del espectáculo a los que podríamos calcular esa suerte de edad útil que, sobrepasada, da comienzo a una cuesta abajo que casi nadie desea ver. ¿Es bueno, siempre, llegar a viejo?

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