domingo, 1 de julio de 2012

Mis 'locas' aventuras en los EEUU (V)

Domingo por la mañana. Un café para desconectar definitivamente de la tórrida noche y de los sueños pegajosos. Enfrente de mí, un nuevo amigo: Ataturk. Dice que verá como "nuestros jugadores", los de la selección española, vencen a Italia por la tarde. Ataturk -utilizo este nombre de manera aleatoria para que no sea reconocido- es Doctor en Ingeniería y acaba de llegar a la Coop. Turquía es un país que ha hecho los deberes y crece a buen ritmo. Además, ya no asesinan tanto: han aprendido que, como ocurre si miramos nuestras manos, nuestros dedos son distintos entre sí, pero terminan por unirse inevitablemente; el mundo debería seguir ese mismo camino, me dice mi nuevo camarada mientras me muestra sus falanges una y otra vez.

El café se me ha acabado hace rato cuando me estalla esta metáfora turca y me doy cuenta de que me tengo que ir. Es realmente interesante conocer a gente de Irán, Turquía, India, Vietnam y otros países. Pero no es necesario que todos tengan las manos manchadas de sangre: ni que los dedos esos se tengan que juntar en torno al cuello de nadie, por ejemplo.

La secuencia con Ataturk se funde con la de mi figura bajando en bicicleta hacia la Universidad. Me pierdo el partido porque tengo que hacer deberes y, como estoy siempre haciendo deberes, mi productividad se ha reducido enormemente. En algún momento podría dar un aviso de bomba para que se retrasara la fecha de entrega de las prácticas. Pero hacer eso en este país puede tener consecuencias desastrosas. Otra vez recuerdo las manos del turco, poniéndose unos guantes de plástico...

El viernes fuimos a un karaoke americano con una americana que todo el tiempo decía 'Oh, my Gosh!'. Era más americana que la Estatua de la Libertad y no entiendo cómo no llevaba ese día una camiseta con la bandera de su país. Cuando le dije que quería cantar me dijo el previsible 'Oh my Gosh!'. y, fascinado, no pude prestar atención a lo que dijo después. Habrá que verla cuando le pase algo de verdad o cuando esté, ejem, ya sabéis... enfrente de la Estatua de la Libertad.

Finalmente, tengo que comentar que el indio ya me ha metido en otra reunión socialista y que hay otro indio casado al que le he dicho que ha cometido un enorme error con su reciente boda. Al decir esto último he podido saltarme todos los límites de cortesía, precaución, educación y, por supuesto, tolerancia hacia los comportamientos más exóticos de otras culturas. Pero, sorprendentemente, el indio casado me dio la razón. Es posible que le haya hecho meditar. Le tengo que presentar al turco.

Mi propuesta de crear un "Frente de Liberación del Hombre" en Ann Arbor no ha seducido a nadie: uno de los presentes me dijo que este ya existe y que celebra sus reuniones en 'Liberty Street' los viernes por la noche. Con solo oír el nombre de la calle ya sé que no me verán nunca en ese frente. Luces rojas, la ostra azul... Prefiero al turco con guantes.

Aquí cada día es una continuación del anterior, con un rato para dormir con sudor y traumas de la infancia y la repetición de la jugada: clases a toda hostia, deberes, bibioteca, comida y camino a la cama. Ann Arbor está llena de policías, agentes secretos y chinos. Yo creo que este verano va a pasar algo realmente fuerte, y que voy a estar presente para contarlo. Por ahora ya llevamos muchas cosas. Continuará, eso espero.

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