miércoles, 17 de abril de 2013

Mis locas aventuras en Francia (VII)

Desde hace unas semanas, vivo en francés... Hablo en francés, trabajo en francés... sueño en francés. Ya no encuentro diferencias entre un idioma y el otro: puedo escribir en los dos con la misma facilidad. Me he cambiado el nombre a André y estoy olvidando palabras del español, como acueducto, batiscafo y forúnculo, entre otras.

Cuando voy por la calle, la gente me mira y dice: "ese francés, a dónde irá". Protesto como los demás galos al ver al presidente Hollande en la televisión. Sigo al Paris St. Germain desde tribuna alta los domingos y, por las noches, tramo conspiraciones inacabables con los soldados de Dios en el Toulouse profundo. Me he hecho funcionario y milito en un sindicato de esos grandes que llenan las calles cuando los salarios públicos no suben tanto como deberían.

Probablemente el lector no haya captado el tono irónico de los primeros dos párrafos.

Se podría decir que el francés va por un carril, pero yo voy por otro muy distinto. El aprendizaje de un idioma sin tiempo para dar algunas clases y sin profesores es toda una aventura. Por más que escucho la radio, no paso del "bon jour" y, el otro día, cuando fui al banco, estuve a punto de provocar un incidente internacional.

Pero nada de eso tiene tanta importancia cuando la tesis doctoral acapara casi todo mi día. Me despierto y sigue ahí, como el dinosaurio del cuento. Pero mi relato es un poquito más largo. Unos días voy a protagonizar una revolución científica y me veo frente al tribunal de la tesis el día de su lectura. En el momento de recibir las críticas y el juicio del tribunal, el catedrático más viejo y con apariencia más ceñuda comienza, muy lentamente, a dar una palmada tras otra: los demás profesores de la mesa lo siguen y al final, a la americana, acaba aplaudiendo todo el mundo, sin ni una sola palabra. Una escena cumbre en la que el nuevo doctor acaba manteado por el tribunal, el público, el alcalde y los bomberos.

Pero otros días ocurre lo contrario: lo que he hecho no merece la pena, no sé qué hice con tanta cantidad de tiempo en tal momento, esto no va a tener interés, esto es evidente y no añade nada... En esos días (y no voy a anunciar compresas) uno desea que los bancos de alimentos estén bien extendidos hasta el invierno de 2014, cuando la tesis sea ya probablemente papel mojado.

¿Cómo es posible ese comportamiento bipolar? Probablemente la soledad del corredor de fondo en la que consiste básicamente una tesis doctoral lleva a sus protagonistas a los dos tipos de fantasías en un intervalo breve de tiempo. Dos cuentos de la lechera en los que el cántaro bien termina por romperse, o bien transporta, en realidad, al ángel caído. La lechera debería haber estudiado un doctorado en sociología.

Y por lo demás, las cosas van bastante bien. Como, que no es poco, como me dirían mis padres. Parece que lo básico es comer y no tener frío: al final es la salud lo que cuenta, y poco a poco va siendo más importante. Mis chicos del kebab siguen sin obedecerme y me estoy planteando quedarme más meses. Acabaré siendo un sultán, ya lo he dicho en otras entradas.

3 comentarios:

sandro dijo...

Cambia el nombre del blog en "Saludar es lo que cuenta"
Besos califales ;)

Edelmino Pagüero dijo...

No entiendo...

sandro dijo...

Me refería a: "Parece que lo básico es comer y no tener frío: al final es la salud lo que cuenta, y poco a poco va siendo más importante"
Pero acabo de descubrir que, mientras que en italiano "saludar" y "saludable" son la misma palabra, en castellano no lo son.
Saludos saludables